Sospecho que por las fechas (Diciembre-Navidad) quien más y quién menos sueña con traer a su existencia una felicidad muy concreta en la espera de "algo que le llene". La realidad de nuestro mundo nos defrauda y respiramos profundamente como para que los demás puedan deducir algunos de nuestros síntomas. ¡Cuántas veces recorremos con el pensamiento todo lo que antes nos producía entusiasmo y hoy nos deja insensibles!. Una apatía enorme se ha adueñado de nosotros. Desalados, tristones, ingenuos o cínicos, somos adultos transidos de nostalgia. Pero con la llegada la Navidad algo se mueve por dentro y surge el deseo de recobrar la infantil ilusión de hacer las cosas con otro espíritu. Son días de preparar las fiestas de la máxima generosidad, que diría un amigo. La Navidad entraña pararse una vez al año para celebrar la vida, apostar por la paz y aceptar al diferente. En la Navidad cabemos todos con su disparidad de símbolos, creencias y tradiciones. Poner el Belén es una de ellas. Dicen que nació en el siglo XIII en Italia por iniciativa de San Francisco de Asís. Sea como sea, el llamado Nacimiento, Pesebre, Portal o Belén es una representación material de las escenas del nacimiento de Jesús de Nazaret que los cristianos mantienen. "Yo pongo el Belén" es hoy una campaña de mucho éxito en las redes sociales. El belén se monta en hogares, colegios, parroquias, instituciones y lugares al aire libre. Se ofertan en programas, rutas, concursos y hasta exposiciones. Los hay de todos los tamaños, materiales y ambientación; anónimos y famosos, humildes y de gran valor artístico; en miniatura y de dimensiones considerables; estáticos y vivientes; de mercadillo y de coleccionista... todo es cuestión de elegir un sitio y ponerlo.
Por cercanía, un muestrario de imaginación belenista.
Con mi sincero deseo de una ¡FELIZ NAVIDAD!
Por cercanía, un muestrario de imaginación belenista.
Con mi sincero deseo de una ¡FELIZ NAVIDAD!