Lo bello produce agrado y en sus formas distintas, asombra por su grandeza y valor. La belleza surge cuando se da una feliz integración de la sensibilidad y el espíritu, los elementos expresivos y la realidad que se manifiesta en ellos. Las formas confieren una estructura, un modo específico de ordenación para comprenderlos. Algo que detecto en cada visita al inmenso templo de Santa María de la Asunción de Dueñas. En la provincia de Palencia, y comarca histórica del Cerrato Castellano se encuentra esta parroquia que comenzó a construirse a finales del siglo XII y estilo de transición del románico al gótico. Su arquitectura y riqueza artística la convierten en uno de los conjuntos monumentales más importantes de Castilla y León. En esta ocasión me he detenido en su Retablo Mayor que como todos, cuentan historias y viene a propósito para el tiempo de Navidad en el que nos encontramos.
Restaurado en 2009/2010 que dejó al descubierto su policromía original, data su construcción de 1510 a 1518, un proceso costoso y lento al estilo tardogótico e hispano-flamenco de los maestros y entalladores: Antonio de Malinas, Giralte de Bruselas, Pedro Manso y Alonso de Ampudia.
El retablo mide desde el suelo 12,10 metros de alto por 7,80 metros de ancho. Las figuras y relieves están dispuestas sobre cinco calles y cuatro entrecalles. Comparte un espacio de gran profundidad con el coro del cabildo y algunos panteones. Fue realizado en madera policromada; la estructura, los doseletes y la imagen central de la Asunción de la Virgen, en madera de pino y el resto de relieves en madera de nogal. Entre figuras individuales, en el retablo encontramos representadas escenas de la vida de Jesús y de la Virgen ordenadas cronológicamente de izquierda a derecha y de abajo hacia arriba. De las quince escenas relatadas, ocho están dedicadas a la infancia de Jesucristo y ocupan los dos primeros cuerpos: La Anunciación, la Visitación, La Natividad, El Anuncio a los pastores, la Circuncisión, la Adoración de los Reyes, la Huida a Egipto y la Matanza de los Inocentes. "Un Nacimiento" que no se guarda para que en cualquier época del año podamos ir a contemplarlo y soltar en chorro la mirada sobre tanta calidad y belleza artística. Y otro acierto redondo: encontrar frente al retablo un panel indicativo con la posición que ocupa cada escena y la identidad del resto de personajes.