jueves, 4 de julio de 2019

EL MONASTERIO DE LA OLIVA


Situado en la Zona Media Central de Navarra, a orillas del río Aragón y entre las poblaciones de Santacara y Carcastillo se encuentra el complejo monumental del monasterio de Santa María la Real de la Oliva. Con rango de abadía, por él se deslizan siglos de historia. Perteneciente a la Orden cisterciense su construcción arranca en el siglo XII. Salvo en algunos periodos históricos y convulsos en España (en que los monjes fueron obligados a abandonar la abadía) siempre estuvo habitado como espacio de espiritualidad. 
Es monumento nacional desde 1880.

LA ARQUITECTURA DE LA OLIVA

Lo que se puede contemplar en estas construcciones llevan en sí todo un lenguaje escondido, pero al mismo tiempo claramente manifiesto. La pureza, sobriedad y perfección en sus lineas, la luminosidad considerada en el estilo cisterciense como el resplandor de la verdad, el uso de la piedra que lejos de toda suntuosidad busca la belleza en la sencillez a la vez que la elegancia arquitectónica comienza en la misma puerta de entrada a la que se accede desde una plaza ajardinada. La fachada da al poniente y está formada por un arco apuntado y sobre él, una pequeña hornacina con una imagen de la virgen y la leyenda: "Casa de Dios, puerta del cielo". A los lados, parte de la antigua muralla.




Atravesando dos portalones se alcanza una amplia plaza. De frente, la fachada del templo abadial, a la derecha, la hospedería (de 1780) y a nuestra izquierda, una amplia zona ajardinada y lugar de varios edificios del siglo XII hoy desaparecidos o semiderruidos a la espera de su restauración.





Una vez en el interior y sintiendo el frescor del ambiente se va de sorpresa en sorpresa. La planta basilical es sobria y en ella destacan la fuerza y la armonía de sus medidas y símbolos. "Todo el templo es una expresión plástica de los conceptos místicos de sus constructores y eso penetra en los sentidos antes de asomarnos con detalle a sus piedras" dice el libro-guía adquirido en la tienda para no perderme detalle. El majestuoso crucero, el transepto, las capillas, el cimborrio octogonal, el gran altar, la sillería coral, columnas, capiteles, suelos... se muestran austeros y bellos en su misma simplicidad. Ante nuestros ojos lo obvio e imprescindible para entender de cerca y desde más dentro la esencia monacal. Toda la imaginaría del templo se encuentra casi en su totalidad en las diferentes capillas. Preside el templo desde una altura considerable una bella imagen de María con el Niño.




Otras estancias relevantes son la Sala Capitular y bello Claustro gótico de los siglos XIV y XV, centro y eje de la vida monástica. Las tracerías son de seis tramos y los detalles de fino diseño. Los capiteles del claustro ornamentados con flora hacen referencia a la vid, lo que señala la importancia de su cultivo por los monjes desde sus inicios. La antigua bodega sirve hoy como sala de reuniones, la actual construida en 1912 y los museos etnográficos son testigos de una gran cultura del vino. De hecho, es el único monasterio que en la actualidad cultiva sus propias viñas y elabora sus vinos como medio de vida.












Tanta y tanta admirable variedad de formas diversas. El absoluto silencio de las estancias. Cada piedra colocada con un sentido. Las ventanas por las que se desparrama la luz. Todo dispuesto para su mucho provecho y ningún signo de señorío. El arte, el sosiego de la naturaleza, el paisaje y la tierra que los mismos monjes modelaron y trabajan. El retiro del mundo. La contemplación y el servicio. Por la belleza a Dios... se ofrece al visitante en Santa María la Real de la Oliva.