Conozco a demasiadas personas que viven pasivamente la estación del invierno y no tener ni ganas ni ideas para plantar cara a los meses del año de días más cortos, noches más largas y temperaturas muy bajas. Algunas, hasta impresionan por su negatividad e indiferencia simulando a esas plantas que quedan inactivas o a los animales que hibernan. Hay que ponerse a salvo de tanta desidia y revertir la situación. De buena mañana y con el primer café, organizo mentalmente una ruta por el Cerrato Palentino. Llevamos varios días de intensa niebla, pero suspiro de gozo cuando veo que el sol quiere abrirse paso, es el aliado perfecto. Hacia el este de Villamuriel: Tariego, Cevico de la Torre, Alba de Cerrato, Vertavillo, Castrillo de Onielo, Villaconancio, Cevico Navero... merece la pena la elección después de haber tentado otras. Y no me equivoco. Los paisajes y los pueblos: laderas vacías, árboles desnudos, soledades que persiguen, vuelos de palomas, palomares que fueron, riberas expandidas, bodegas que tientan, ecos que se pierden, humo en las chimeneas, verdes campos, voces lentas, intangibles presencias, nieblas bajas, cencellada a ras de tierra, solitarias carreteras, campanarios en silencio... y me dejo llevar por estas cantinelas. Regreso contenta con algunas fotografías y muchas evidencias. Cerrato, a mediados de enero, con más o con menos, es esto.
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