En este Mayo de precipitaciones altas, me anima a salir el día soleado y agradable en ruta hacia la parte sur de la provincia de Burgos. Los pueblos, cuanto más pequeños más me atraen. Ellos y yo nunca nos miramos con recelo porque nos damos recíprocamente lecciones imparciales sobre la tierra, el clima y el paisaje, raíces y tradiciones, labores y costumbres, construcciones... Los vecinos, fundamentales para conocer cómo se ganan la vida, cuidan su entorno y herencia, se divierten, promocionan su territorio y reciben a los forasteros. Voy a la Ribera del Duero.
En el pequeño pueblo burgalés de Anguix aprecio que la buena gente existe. Gente que acoge y enseña, gente a la que observo, de la que aprendo y tomo referencias que se elevan sobre las cosas cotidianas.
Una primera parada frente a la vieja cruz de piedra que se encuentra en la plaza del pueblo me orienta para encontrar la Calle de los Lagares que conduce a la ermita de San Juan, que en esta ocasión, es el objetivo.
La ermita se sitúa sobre un cerro donde también se amontonan las bodegas de los vecinos excavadas bajo él y que son patrimonio de primer orden. Anguix vive del cultivo del cereal y de la vid, principalmente y el lugar, de nombre Torrejón es uno de los enclaves más típicos. Sobre la ermita, la primera impresión gusta: ¡Qué bien conservada está su fábrica!. Mi suerte y la curiosidad propician que me acerque a unas personas que entran y salen del recinto. Hechas las presentaciones y con actitud cordial (aunque están a punto de cerrar) me permiten la entrada y me ponen en antecedentes de su historia más reciente. En tiempos, la ermita había sufrido daños importantes en su estructura y cimentación. El emprendimiento y la financiación por parte de los vecinos fue decisiva en su rehabilitación a finales del pasado siglo XX como refleja una placa colocada en la fachada.
En Anguix perdura una devoción muy arraigada a este lugar que alberga lo que en el pueblo se conoce como "Trío de Santos" por San Isidro, la Virgen del Carmen y San Juan, titular de la ermita.
Desde el exterior, la vista encuentra bello y agradable el paisaje, el pueblo, las viñas, las bodegas, los campos, los caminos... y la amabilidad de tres vecinos que me despiden previa invitación a su fiesta ermitaña y patronal del 24 de junio.
Un último guiño a la espadaña, y en descenso por la ladera, recapitulo sobre las noticias recibidas porque las considero excepcionales a la par que me llevo las pruebas de que se puede confiar en la gente mucho más de lo que imaginaba.
La ermita se sitúa sobre un cerro donde también se amontonan las bodegas de los vecinos excavadas bajo él y que son patrimonio de primer orden. Anguix vive del cultivo del cereal y de la vid, principalmente y el lugar, de nombre Torrejón es uno de los enclaves más típicos. Sobre la ermita, la primera impresión gusta: ¡Qué bien conservada está su fábrica!. Mi suerte y la curiosidad propician que me acerque a unas personas que entran y salen del recinto. Hechas las presentaciones y con actitud cordial (aunque están a punto de cerrar) me permiten la entrada y me ponen en antecedentes de su historia más reciente. En tiempos, la ermita había sufrido daños importantes en su estructura y cimentación. El emprendimiento y la financiación por parte de los vecinos fue decisiva en su rehabilitación a finales del pasado siglo XX como refleja una placa colocada en la fachada.
En Anguix perdura una devoción muy arraigada a este lugar que alberga lo que en el pueblo se conoce como "Trío de Santos" por San Isidro, la Virgen del Carmen y San Juan, titular de la ermita.
Desde el exterior, la vista encuentra bello y agradable el paisaje, el pueblo, las viñas, las bodegas, los campos, los caminos... y la amabilidad de tres vecinos que me despiden previa invitación a su fiesta ermitaña y patronal del 24 de junio.
Un último guiño a la espadaña, y en descenso por la ladera, recapitulo sobre las noticias recibidas porque las considero excepcionales a la par que me llevo las pruebas de que se puede confiar en la gente mucho más de lo que imaginaba.