"Asumir nuestro papel en la Historia pasa por ejercer una función de enlace de forma reconocible en la recuperación de símbolos del pasado". Lo expresa un prestigioso arquitecto y añadía: "Los vestigios del pasado son tan excelsos, tan irrepetibles que no nos atrevemos a superponernos a ellos y no es casual que nuestro siglo se ocupe en restaurar porque conoce, salvo ejemplos notables de la arquitectura, su incapacidad para sustituirlos". Las iglesias fueron ante todo expresión del espíritu de cada comunidad cristiana y el objetivo residía en perdurar. Tal vez por eso las iglesias como signos del sentimiento colectivo han dejado de pertenecer a sí mismas para ser esencialmente de todos aquellos que desean que estos hitos permanentes continúen siéndolo". El Patrimonio construido de la hermosa e insigne ciudad de Dueñas y quienes lo cuidan y defienden caminan en esta dirección.
De su vigoroso pasado quedan los restos del que fuera Convento de San Agustín fundado en 1304. De su historia y lo que significó en todos los campos posibles para la ciudad de Dueñas daba cumplida información en una conferencia celebrada el pasado viernes en el Centro Cultural eldanense el historiador, Ismael Arevalillo Gárcia (O.S.A). Desde su profundo conocimiento, el agustino hizo una detallada introducción sobre la fundación, su origen, privilegios y características arquitectónicas. En un segundo bloque abordó el día a día de la vida conventual y aspectos internos como las profesiones religiosas, estudios y ocupaciones de los frailes; la formación del patrimonio conventual (donaciones, privilegios, trueques, compras...) su estructura económica, sustento, ingresos y rentas. En un tercer bloque abordó su decadencia y abandono definitivo. Las claves: en la ocupación por las tropas de Napoleón (1808-1814) la exclaustración en el Trienio Liberal (1820-1823) y la desamortización de Mendizábal (1836).
Sobre la iglesia, nos enteramos que se proyectó monumental, alta y espaciosa, al estilo herreriano y que se costeó mediante numerosas donaciones de los fieles al igual que el claustro y la sacristía; que la espadaña tuvo dos campanas y que no se escatimó en su decoración. En el interior destacaban
por su gran valor: las capillas, el hermoso órgano, el altar mayor de madera de pino, las vidrieras, el gran reloj, los muebles en madera de nogal de la sacristía, las pinturas y los elementos litúrgicos.
San Agustín gozó de gran prestigio y consideración por su dimensión religiosa, cultural, económica y benefactora.