Tengo la creencia arraigada de que en la vida la soledad y el silencio se hacen necesarios en algunos momentos. En la Semana Santa encuentro con trazos fuertes y dinámicos esa necesidad buscada hacia el interior, hacia las propias entrañas y nada mejor para esto que darse un buen paseo. Me acerco a la localidad terracampina de Ampudia en esta mañana del Jueves Santo. Es un destino interesado porque de cada visita, siempre he disfrutado de algo diferente, de positivo, de luminoso... de liberador. La antigua colegiata, iglesia parroquial de San Miguel tiene las puertas abiertas y sin estar en horario de visitas agradezco que me permitan la entrada. En el interior varias personas hacen tareas en un escenario circunstancial: en un lateral descansan ordenadas y preparadas las imágenes que van a procesionar estos días.
En la "Procesión de la Pasión" del Viernes Santo salen los pasos de Jesús Nazareno; el Cristo de la Buena Muerte; La Cruz y el Sudario; El Calvario; La Piedad; El Santo Sepulcro y La Dolorosa. Orígenes de las celebraciones de este tiempo que ponen al descubierto la espiritualidad de las tradiciones.
Un amigo me escribió una vez: "Busco silencio en medio de nuestra Semana Santa. Silencio roto por la increencia y el desamor. Es posible que no sean muchas las palabras que me provocan estas imágenes; puede que ni tan siquiera hagan falta palabras... Surge el recuerdo, recuerdo convertido en eco que hace vibrar nuestros ojos humedecidos. Recuerdo que son palabras de Dios fundido en el hombre... palabras del hombre fundido en el madero: ¡Dios mío, Dios mío! ¿Por qué me has abandonado?. ¡Quién sabe lo que quiso decir con aquellas palabras! pero a mi me ayudan a convertir el agobio de la existencia en trivial preocupación y alegre esperanza." Sin ningún complejo creo en estas reflexiones.
En otra parte del templo hay dispuesta una gran mesa destinada al Monumento.
Consciente de que nuestros anfitriones van sujetos a horario, hay que irse pero no antes de haber pasado (por invitación del párroco) al espacio donde a pequeña escala y con técnica de diorama se representan escenas de la Pasión de Cristo. Las figuras de autor madrileño y la ambientación escénica, de autoría local nos sorprende por curioso, creativo y buen diseño. Con inmensa gratitud y la autorización para tomar las fotografías, salimos de San Miguel con la sensación de que aquí está sucediendo la primavera espiritual que quiere ser la PASCUA.