Preparándose a salir. Preparado para volar. Llega 2018 y nos vamos a encontrar. Nada de lo que tenemos que hacer está hecho. Planteamos el año nuevo desde el deseo o desde la necesidad. Cosa seria, necesaria, de importancia, de reacción con 2018 a la puerta. Hay que abrir. Crear ambiente. Agradecer. Abrazar. Sonreír. Brindar como si ya hubiéramos encontrado una irresistible afirmación para todos los días por vivir. Y si la actitud, el ruido o la palabrería no convencen haré lo que una vez me recomendó una persona sabia: ponte unos buenos auriculares y da entrada a la Novena Sinfonía de Beethoven. Él músico sabía mucho de infelicidades. Se movía continuamente de un lugar a otro, tratando de encontrar el sitio adecuado. Su vida afectiva iba fatal. También quería cantar bien pero, empezó muy joven a perder el oído. Mala cosa para un pianista y un cantante. En 1818, cuando tenía cuarenta y ocho años, se quedó completamente sordo. Lo cual hace todavía más sorprendente que terminase su magnifica Novena Sinfonía cinco años más tarde. En realidad ¡nunca la oyó! ¡Solamente la pensó! y de todo aquel pesar y confusión, de toda aquella frustración y decepción, de todo aquel silencio permanente y profundo, salió un caudal de alegría y de exaltación en forma de acordes de gran belleza, fuerza y verdad. Un final con la venida de Dios y sus ángeles ¡ALELUYA!, ¡ALELUYA!. Este buen desafió del Sr. B. lo simulo personalmente cuando salgo en busca de campanas por mi tierra de Castilla o en lugares que las contengan. Con dieciocho muestras toca a cierre el blog de 2017. Por los que me siguen y leen, toques jubilosos por otro año que ha pasado y por otro que asoma.
¡Gracias, siempre! ¡Feliz Nochevieja! ¡Feliz Año Nuevo!.
Un abrazo. Montse Blanco.