Puede decirse que en el verano de 2021 asistimos al renacimiento de la pasión viajera. Bajo circunstancias atípicas y estricto cumplimiento de las medidas preventivas por coronavirus se puede salir de viaje, cambiar de aires. Nos ponemos en ruta y dirección Galicia por unos días.
He estado aquí varias veces y por diferentes circunstancias, pero en Año Jubilar es la primera vez y eso establece la diferencia.
No he hecho el camino al uso: con mochila a la espalda, diario de ruta, amistades, claves y aventuras. Diría que daba cumplimiento a un objetivo personal e íntimo, de emoción por alcanzar los conceptos y las imágenes que espera encontrar todo peregrino sin alardes.
Santiago siempre me deparó experiencias agradables. Caminando sus calles, la visión y la mente se mueven para evaluar cosas, juzgar acontecimientos, reencontrar emociones nuevas de cosas viejas por encima de cualquier descripción.
No es sencillo tratar de la fe y la religiosidad en la sociedad actual cuando se esta hablando del crecimiento de la indiferencia religiosa, pero a Santiago siguen viniendo muchos a pedir ayuda, a cumplir una promesa, a orientarse, a comprometerse...
Dicen que el Camino de Santiago es un ritual en si mismo. Es en la catedral donde perviven algunos de los rituales más antiguos y tradicionales como es inmortalizar la llegada al Obradoiro, cruzar la Puerta Santa (abierta en Año Jacobeo), abrazar al Apóstol, pasar por el sepulcro (en la cripta de la catedral), asistir a la Misa del Peregrino o ver el vuelo del Botafumeiro.

No hay comentarios:
Publicar un comentario