Vestir el cuerpo es uno de los actos de mayor arraigo personal y prioridad social. Cultura, historia, sociedad y economía han marcado desde antiguo los criterios y prácticas en la manera de vestir. El afán del hombre y de la mujer por confeccionar, adornar y personalizar su ropa ha ocupado siempre un lugar destacado en la tradición. Adoptado como oficio y labor por ambos géneros, ha sido en el mundo femenino donde las delicadas y complejas labores de la costura han logrado alcanzar cimas de perfección si se considera que tales trabajos, largos, minuciosos y de infinita paciencia, quedaban relegados a la artesanía casera. Al tópico "sus labores" la mujer tenía un papel que representar y todo un elenco de deberes y obligaciones que les eran propias tanto en los ámbitos privados como en los públicos. A coser se aprendía en casa y en la escuela y se le echaban horas a razón de las necesidades y alternativas.
En nuestro tiempo, tales trabajos de aguja y dedal como actividad femenina obligatoria y generalizada es algo inconcebible. Esencialmente, porque la vida de la mujer, de las mujeres, se ha ensanchado y se han multiplicado las posibles rutas de su destino. Hoy le son reconocidas su inteligencia, su ductilidad, su capacidad de trabajo y su eficacia en todos los campos de la sociedad y en las más diversas profesiones.
Soy una entusiasta de la costura y de las prendas antiguas, de las que ganan en valor con el tiempo. Es cierto que muchas de ellas pertenecen hoy a museos, a colecciones privadas o a entidades. Pero sigue existiendo el interés de una minoría por incluirlo en el ajuar de su patrimonio personal. Labores que se cosen con la gracia de lo tradicional en cuanto a estilo, patrones, hechuras, colorido, accesorios, técnicas, puntos, bordados... Prendas que se visten en eventos o por pertenencia a grupos específicos y que tienen un argumento de honor y orgullo del que espero podamos leer su continuación.
Los trajes artesanos ocupan un lugar destacado en la tradición y en la historia porque se identifican y fueron adaptados a las condiciones geográficas, personales, estados, situaciones y normas de otras épocas, como parte de sus valores estéticos, técnicos, sociales y culturales. El Museo del Traje y Centro de Investigación del Patrimonio Etnológico de Madrid conserva más de 5.000 piezas. Las fotografías pertenecen a una exposición que visité sobre trajes femeninos de gala o novia de distintas regiones de España.
Con ellas, rindo homenaje a las mujeres que me enseñaron a coser disfrutando.
No hay comentarios:
Publicar un comentario