Los parajes de montaña tienen mucho de ágil y misterioso, de imagen y mensaje, de sabiduría y vitalidad. Les emplazo en Brañosera, municipio palentino que ostenta la más antigua carta de población de Castilla (Carta Puebla) de la Reconquista y desde allí, en un ascenso de unos siete kilómetros por carretera, poco transitada y sin sombra, alcanzar la explanada del Refugio del Golobar, edificación nunca acabada que resiste a los pies del Pico de Valdecebolla. En esta época de finales de primavera, en el alto valle te puedes permitir como poco la pura alegría de estar allí. La nieve se va dejando caer de las cumbres y como agua se desliza mágica por sus laderas. Es una necesidad, una suerte o como quieran llamarlo llegar a estas alturas donde la mente no juzga porque deja que se ponga toda la confianza sobre los sentidos para regalarse simple y puro placer, sin ninguna sospecha sobre lo que ven, lo que oyen, lo que tocan, lo que sienten... quedan muy por encima de cualquier descripción.
La alta consideración y atractivo de que goza la Montaña Palentina no se cumple con generosidad en este singular espacio natural que merece una posición mejor de la que hoy goza.