Sobre la Costa del Azahar, Peñíscola se adentra en el azul turquesa del Mediterráneo solemne, sobria, rotunda y cargada de historia. Adquirió el título de ciudad en 1707.
Villa amurallada, pueblo marinero, agrícola y hostelero, por calles estrechas y escalonadas se llega hasta la fortaleza de piedra que fuera residencia pontificia. El castillo actual es sobre todo una obra templaria realizada entre los siglos XIII y XV, con añadidos y reformas de la Orden de Montesa y del antipapa Luna que caprichosamente mandó construir una torre cuadrada con escalera tallada en la roca que desciende hasta el mar. En su delirio papal y creyéndose en posesión de la verdadera Iglesia, se retiró a este castillo en 1415 y allí permaneció hasta su muerte en 1423.
Se diría que toda la historia de Peníscola está encerrada en las hechuras de este castillo y en el conjunto de sus murallas. Numerosas casas blasonadas se cuelan en sus callejuelas, testigos de su noble pasado. En ascendencia topamos con la iglesia de Nuestra Señora de la Eremitana, patrona de la villa. Fue levantada entre 1708 y 1714 sobre una anterior. De gótico inicial y ampliación barroca, hermosa en su sencillez.
El peñón tiene un recorrido que envuelve por historia, cultura, patrimonio y leyenda. Tiene Declaración de Monumento Histórico Nacional desde 1931 y fama internacional como escenario de numerosas películas para el cine.
En su recinto, domina la arquitectura pero merecen atención sus fuentes, jardines y puntos estratégicos con magníficas panorámicas a más de sesenta metros sobre el nivel del mar.