Para que una tradición sea válida desde el punto de vista histórico tiene que proceder de un hecho constatado y vivido, tener sus propias formas de expresión y haberse originado en un lugar y ambiente social concreto. De la cultura y el folclore español se dice que tiene influencias íberas, celtas, romanas, cristianas y musulmanas con algunas diferencias según la región.
La tonalidad y la dinámica que identifica a la música tradicional castellana salen de instrumentos tradicionales y el folclore de Castilla y León es muy versátil en cuanto a géneros, instrumentos y cancionero popular. Su importancia se valora en relación con el ciclo de la vida y con los ciclos del año dentro de sus diferentes contextos: trabajo, rogativas, fiestas, nacimientos, bodas, anécdotas... o con alguna secuencia temporal, de un pueblo y sus modos de vida, relatos, aspiraciones o leyendas que más allá de lo puramente anecdótico ha resultado ser una fuente histórica de primer orden y en el tiempo, de apreciado valor material y social.
De los instrumentos del folclore los que mejor representan a la región son la dulzaina y el tamboril pero la lista se abre con el laúd, el pito, el arrabel o huesera, la bandurria, el rabel, la gaita, la guitarra, la pandereta, el redoblante, la chifa o xipla, la sanabresa, la cabreiresa, el pandero cuadrado, el pandero, la pandera, la pandereta, la zanfoña, el curdión, la zambomba, las tarrañuelas o palillos, las castañuelas, el diáfano, la carraca, la ocarina, la cítara, el mirlitón, el aerófono, el albogue, amén de otros objetos de uso cotidiano.
Los músicos interpretan y los danzantes ejecutan: una danza del paloteo, una jota castellana, una seguidilla, un fandango... Donde suenan las torrás, la rebolada, la tuna, los corridos, los titos, las alboradas, las dulzainas, las rondas, los villancicos, las nanas... es movimiento, es expresión, es vivencia de Castilla y León que posee uno de los más ricos conjuntos regionales de piezas, creencias, costumbres y artesanías del folclore que hoy en día no pertenece a sí mismo sino a cuantos lo aprecian, recuperan, mejoran y transmiten. Las imágenes estan tomadas en una exposición realizada por la Asociación Cultural "El Cabás" en Villamuriel de Cerrato.
La tonalidad y la dinámica que identifica a la música tradicional castellana salen de instrumentos tradicionales y el folclore de Castilla y León es muy versátil en cuanto a géneros, instrumentos y cancionero popular. Su importancia se valora en relación con el ciclo de la vida y con los ciclos del año dentro de sus diferentes contextos: trabajo, rogativas, fiestas, nacimientos, bodas, anécdotas... o con alguna secuencia temporal, de un pueblo y sus modos de vida, relatos, aspiraciones o leyendas que más allá de lo puramente anecdótico ha resultado ser una fuente histórica de primer orden y en el tiempo, de apreciado valor material y social.
Los músicos interpretan y los danzantes ejecutan: una danza del paloteo, una jota castellana, una seguidilla, un fandango... Donde suenan las torrás, la rebolada, la tuna, los corridos, los titos, las alboradas, las dulzainas, las rondas, los villancicos, las nanas... es movimiento, es expresión, es vivencia de Castilla y León que posee uno de los más ricos conjuntos regionales de piezas, creencias, costumbres y artesanías del folclore que hoy en día no pertenece a sí mismo sino a cuantos lo aprecian, recuperan, mejoran y transmiten. Las imágenes estan tomadas en una exposición realizada por la Asociación Cultural "El Cabás" en Villamuriel de Cerrato.